Hay bandas que suenan bien, bandas que suenan potente… y luego está Gorilla Riot, que suenan a vida vivida. Son ese tipo de grupo que no parece salido de un estudio pulcro, sino de un garaje húmedo, un bar de carretera y una noche de esas en las que pasan cosas. No hacen rock para gustar: hacen rock porque no sabrían hacer otra cosa. Y eso, amigo, se nota.

En los últimos años han ido construyendo una reputación casi mítica en la escena rock británica: tres guitarras, un frontman con voz de bourbon barato y una mezcla de crudeza y melodía que engancha como un buen riff en bucle. Los que los descubren acaban preguntándose cómo demonios no los habían escuchado antes.

La banda que mezcla suciedad y belleza

Gorilla Riot no son una banda más del “nuevo rock británico”. Lo suyo es otra cosa:
Un híbrido perfecto entre hard rock, southern rock, blues polvoso, algo de stoner y ese punto de melodía contagiosa que te sorprende cuando menos te lo esperas.

Su sonido es como si Black Stone Cherry y Rival Sons se fueran de copas con Lynyrd Skynyrd y al final de la noche decidieran montar un grupo. Pero incluso esto se queda corto, porque lo que hace especial a Gorilla Riot no es la mezcla, sino cómo la mezclan.

Tienen una crudeza que abraza la imperfección, pero también una sensibilidad melódica que te obliga a repetir sus canciones. No son dulces, pero tampoco son solo músculo. Son ese equilibrio tan difícil entre la suciedad y la belleza.

Arjun Bhishma: un líder que no pide permiso

El motor emocional y estético de la banda es Arjun Bhishma, un tipo con una presencia escénica que parece sacada de una novela. Su voz es arenosa, directa, como si cada frase tuviera una historia detrás. No es un cantante que quiera ser perfecto; es un cantante que quiere ser real. Y vaya si lo consigue.

Bhishma tiene esa cualidad de los grandes frontmen: miras al escenario y no te preguntas dónde está el líder. Lo sabes. Lo sientes. Lo escuchas en cada desgarro vocal y en cada sonrisa ladeada.

Una pared de guitarras que no se olvida

Uno de los sellos distintivos de Gorilla Riot es su trío de guitarras. Pocas bandas se atreven a eso sin caer en el caos, pero ellos lo convierten en una identidad.

  • Guitarras que rugen.
  • Guitarras que lloran.
  • Guitarras que se persiguen, se responden y se abrazan.

Más que melodías, construyen paisajes. Escucharlos es como abrir una ventana a una carretera infinita donde cada curva trae una sensación distinta. Y todo rematado por una base rítmica sólida como cemento fresco.

Una actitud sin filtro

Si hay algo que la gente ama de Gorilla Riot es que no van de nada. No se disfrazan de estrellas del rock, no buscan ser impolutos, no necesitan artificios. Su autenticidad es su mayor arma: suben al escenario como son, sudan como son, cantan como son.

En un mundo donde muchas bandas buscan sonar cristalinas, Gorilla Riot te recuerda que el rock tiene derecho a ser rugoso, imperfecto, salvaje. Y que ahí, precisamente ahí, está su magia.

España: el romance que está por explotar

Te lo digo claro: esta banda está hecha para España.
Aquí nos gustan los conciertos donde se suda, las bandas que se dejan la piel y el rock que entra como un golpe en el pecho. El público español conecta con lo visceral, con lo honesto, con lo que no tiene filtros.

Y si algo define a Gorilla Riot es eso: visceralidad pura.
Cuando vengan, más de uno va a descubrir su nueva banda favorita sin haberlo visto venir.

Por qué deberías escucharlos ya

Porque el rock no está muerto: solo estaba esperando a bandas como ellos.
Porque su sonido mezcla músculo, sensibilidad y carretera.
Porque te van a enganchar desde el primer riff.
Y porque, sinceramente, te mereces añadir Gorilla Riot a tu rotación diaria.

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